viernes, 27 de marzo de 2020

Viaje a Sevilla (1964)

Hace años  (muchos), un grupo de cofrades había instituido la costumbre de celebrar el primer viernes de cada mes un Via Crucis en Santa Ana. No se convocaba a nadie, sino que simplemente se sabía que a las 8 de la tarde se celebraba en nuestra sede.

Al finalizar el acto se iba a tomar una cerveza y se hablaba de proyectos, -unos más descabellados que otros,- y se pasaba el rato. En una de estas charlas informales se planteó la posibilidad de ir a Sevilla a comprar las flores para nuestra carroza. Incluso, dejando volar la imaginación, se presumía que los claveles sevillanos dejarían un extraordinario olor al discurrir nuestro paso por la calles por las que transitaba la procesión del Viernes Santo.

La verdad es que la idea fue tomando cuerpo y después de muchas conversaciones se llegó a la conclusión de ir a Sevilla, ver el mercado floral y, posteriormente, realizar la compra. Por aquella época la tesorería de nuestra Cofradía tenía más telarañas que fondos y la idea se fue enfriando. Pero hete aquí que la idea había calado hondo y derivó en participar en un desfile procesional en la capital andaluza.

Después de varias gestiones,  en 1964 nos fuimos a Sevilla para participar el Miércoles Santo con la Hermandad de la Sagrada Lanzada.


Como ya había indicado, la tesorería no podía asumir de ninguna manera el costo del viaje, por lo que se le echó imaginación y se recaudaron numerosas aportaciones voluntarias para que el viaje llegara a buen fin. Hay que decir que en el año 1964 las carreteras y medios de locomoción eran los de época: malas carreteras y coches que hoy estarían en un museo.

Hubo, no obstante, alguna oposición al viaje; especialmente de D. Antonio Alonso que, preocupado por la corta duración de viaje, tenía dudas de que estuviéramos en Valladolid el Jueves Santo. El motivo: era el primer año que íbamos al Barrio de Girón, y no podíamos faltar a la cita. El viaje fue en coches de la época y uno de ellos estuvo a punto de fallar y tuvieron que pasar el Puerto de Béjar con las ventanillas bajadas porque el tubo de escape entraba en la "cabina" y se corría peligro de intoxicación. Se hizo escala en Plasencia para dormir y a la mañana siguiente continuamos para la capital hispalense.

Llegamos una esplendorosa mañana de Miércoles Santo con una climatología espectacular (habíamos dejado Valladolid con un aguanieve de los de esta tierra) y pasamos el día conociendo Sevilla y a los cofrades de la Lanzada. A las ocho de la tarde comenzó la procesión. La terminamos a las tres de la mañana y regresamos a casa, todos muy cansados y con ganas de llegar. En Salamanca se llamó a D. Antonio Alonso para que no estuviera preocupado (no había teléfonos móviles) y por fin llegamos a Valladolid.

Era el primer año que íbamos a Girón y fuimos solos, sin representaciones ni pueblo fiel que nos acompañara, salió a recibirnos D. Teodoro,  a la sazón párroco de San Pío X, con apenas una docena de señoras; el barrio en aquella época apenas tenía unas bombillas por iluminación y aquello tenía un aspecto bastante pobre. Pero hay que decir que la cara de satisfacción de D. Teodoro por haber ido hasta allí suplió cualquier aspecto negativo.

Ya dentro de la iglesia, y sentados en los bancos, discretos codazos a los que habíamos vuelto de Sevilla nos devolvían al mundo de los "despiertos" porque estábamos verdaderamente triturados del viaje.

Esto no deja de ser una rápida pincelada del viaje a Sevilla. Podría escribirse muchísimo más porque hubo muchas anécdotas del que fue un viaje memorable e inolvidable.
               
                                                                                       Juan Marcos Ortega



Fotografías: http://www.lanzada.org

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