De los 90 años de existencia de la cofradía del Santo Entierro, 85 han estado vinculados estrechamente a la plaza de Santa Ana, por ser ésta la ubicación del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana de las bernardas cistercienses y su sede canónica.
En este largo período de tiempo la plaza ha sido testigo mudo de nuestra pequeña historia y, de una u otra manera, ha sido el marco físico en el que se ha desarrollado la parte pública de la vida de la cofradía, no sólo porque de ella parten todas nuestras salidas procesionales, sino, sobre todo, por acoger, desde el año 1991, uno de los actos más recoletos e íntimos de la Semana Santa de Valladolid, en concreto el traslado de nuestro titular, el Cristo Yacente, en la noche del Sábado Santo desde la iglesia a la clausura del monasterio.
Pero la plaza también tiene vida propia a lo largo del resto del año, y así ha sido desde la baja edad media. No se conservan muchos documentos que atestigüen su origen. Buceando en los textos que los historiadores locales, sabemos que en el siglo XV ya estaba constituida con un perímetro semejante al actual, con una forma más o menos trapezoidal.
Al estar emplazada entre la Plaza Mayor, lugar donde por excelencia se desarrollaba la vida pública de la entonces villa y posterior ciudad, y la iglesia de San Lorenzo, sede de la venerada Virgen de San Lorenzo, patrona de la ciudad, era un lugar transitado, ya que la población utilizaba para este desplazamiento la calle de la Pasión, porque acceder por la actual calle de San Lorenzo era más incómodo al tener que sortear la Esgueva que por aquel entonces discurría, en su ramal norte, por la Plaza del Poniente.
Por aquella época se la conocía como Plaza de la Trinidad, por ubicarse en ella el convento de los trinitarios descalzos, ocupando un solar enorme desde la esquina de la Calle María de Molina, antigua calle de Aguariza, Guariza, Boriza, pues todas esas denominaciones ha tenido, hasta la ribera de la rama sur de la Esgueva en la actual calle Doctrinos. El convento fue arruinado al ser ocupado como cuartel por las tropas los franceses en la guerra de la independencia, sufriendo un pavoroso incendio en 1809, desapareciendo definitivamente como consecuencia de la desamortización de Mendizábal.
Las reverendas madres cistercienses bernardas se establecieron en esta plaza al trasladarse desde el monasterio de Perales, en Palencia, a unas viviendas propiedad de D. Antonio de Salazar, que adaptaron a la vida monacal, consagrando su nueva iglesia en 1596. No fue fácil conseguir la autorización de las autoridades locales para permitir su asentamiento, al contar con la firme oposición de los monjes trinitarios.
Es creencia común que al desaparecer el convento de los trinitarios calzados la plaza adquiere su denominación actual, pero en el plano de Valladolid de 1778, en plena construcción del actual monasterio de San Joaquín y Santa Ana, ya figura este espacio con la denominación de Plazuela del Real Monasterio de Santa Ana, siendo en 1843 cuando ya pasó a denominarse Plaza de Santa Ana.
Por su proximidad al centro histórico de la ciudad, zona de la Plaza Mayor, Iglesia de Santiago e Iglesia de San Lorenzo, ha sido asentamiento de viviendas de familias acomodadas. A modo de ejemplo, es conocido que en el tramo comprendido entre la calle Zúñiga y la Calle María de Molina tenían su vivienda palaciega los Boninseni, rica familia de comerciantes italianos. Con motivo de la construcción del actual monasterio, el Ayuntamiento remodeló la plaza. La casa porticada que hace esquina a la calle de San Lorenzo fue testigo de esta remodelación, que incluyó mejora en su pavimentación, reformándose el empedrado.
Pese a estar presidida la plaza por un monasterio de clausura, ha sido un lugar bullicioso. Era paso obligado para pasear por el paseo del Espolón, paralelo a la ribera del Pisuerga y lugar de esparcimiento de la población. Está documentada en actas del Ayuntamiento que en 1843 era terminal de numerosas diligencias que conectaban la ciudad con distintos puntos del reino. La ubicación del hotel Inglaterra, adosada al costado izquierdo del Monasterio, y de la pensión la Burgalesa, en el inicio de la calle de la Pasión, no fue ajena al trasiego de forasteros en la plaza.
En la actualidad es una plaza tranquila, peatonal en gran parte, que pese al cambio que supuso, a fines de la década de los setenta del pasado siglo, el cambio en su fisonomía derivada de la sustitución de un edifico singular de bajo y dos plantas, que perfectamente podía hacer sido rehabilitado, por el nuevo edificio retranqueado de siete alturas actual, en un deseo de hacer más amplia la calle María de Molina. A pesar de ello, ha corrido mejor suerte que otros lugares emblemáticos de nuestra ciudad como la Plaza de San Miguel, o la del Rosarillo que han quedado tristemente desfiguradas por la especulación inmobiliaria y el escaso respeto y consideración por la ciudad histórica.
Fernando Martín Pérez
Archivo Municipal: Plano Ventura Seco Valladolid 1738
No hay comentarios:
Publicar un comentario