martes, 15 de diciembre de 2020

La Junta de Gobierno les desea Feliz Navidad

 

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La carta a los cofrades se puede descargar desde la zona de descargas del menú.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Santa Misa por los cofrades difuntos

El próximo viernes 27 de noviembre, a las 19,30 h, en la iglesia parroquia de San Lorenzo, celebraremos la Santa Misa en memoria de todos nuestros cofrades difuntos, especialmente por los fallecidos en este último año.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Carta noviembre 2020

La Junta de Gobierno nos envía una carta a todos los cofrades respecto a la actividad de la Cofradía en los próximos meses.

Esta carta que recibiréis en vuestras casas, como es habitual, podéis descargarla también de la zona de descargas (para cofrades) del menú.

martes, 14 de abril de 2020

El Santo Entierro de Juan de Juni

por Mónica Calderón Acedo.

Cuando cae la tarde de Viernes Santo, no hay nada como dejarse arrastrar por la fuerza de un torbellino. Es el Santo Entierro de Juan de Juni, obra cumbre del siglo XVI español que sigue contándonos, antaño como hogaño, una historia de dolor, de muerte, de vida y de arte.


Hoy se expone, con mimo y celo exquisitos, en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, sin embargo, se labró para el sepulcro de uno de los hombres más brillantes, eruditos y contradictorios de la corte de Carlos V, el obispo de Mondoñedo Fray Antonio de Guevara, aquel consumado cortesano que, viviendo en la corte, no dudó en escribir una joya como "Menosprecio de corte y alabanza de aldea" (1539). El lugar elegido para su enterramiento fue el convento de San Francisco de Valladolid, cerca del claustro. Bajo la venera de la capilla, dos soldados romanos montaban guardia perpetua entre las columnas del retablo que lo acogía al modo en que vemos hoy el relieve de idéntico tema en la Catedral de Segovia. Hoy no quedan romanos, ni retablo ni tan siquiera el convento franciscano.



Guevara no escogía un tema al azar sino aquel que narra la muerte cristiana y la consiguiente esperanza en la resurrección: la muerte de Cristo. Y es que este franciscano escribía estos mismos años su última obra, clave para entender el grupo de Juni: Monte Calvario (1542). Leer esta obra es escuchar la narración del drama al que asistimos, la descripción de cada paso, cada acción, cada gesto del grupo de Juni. Escuchamos a Juan, intentando separar a María del cuerpo de su Hijo, diciendo:

Mirad pues señora tía que el sol es ya puesto, el día se acaba, la noche ya carga, la oscuridad se apresura, la hora completoria es llegada y aun el cuerpo está por llevar a la sepultura. El agua está aquí para lavarle, los ungüentos están aquí para ungirle, las vendas están traídas para atarle, la mortaja para envolverle: no resta sino que vuestros ojos cesen de sobre él llorar para que nosotros comencemos luego a le ungir”.


José de Arimatea y Nicodemo, María Magdalena y María Cleofás limpian y ungen el cuerpo lacerado con paños y frascos llenos de mirra y áloe en una suerte de tierno espanto:

... comienzan a mirar las llagas que habían de untar y destapaban los ungüentos, con que le habían de ungir. Como de tan cerca vieron las ronchas de los azotes, la rotura de los clavos, los cardenales de las puñadas, la hinchazón de las venas, la encarnadura de las espinas, la fealdad de las llagas, y lo magullado de aquellas carnes santísimas: tornados como atónitos comenzaron a hacer nuevos llantos.





Juni transforma esas palabras en un arrebatado conjunto donde establece un juego de simetrías tanto en el número como disposición de los personajes vivos y en las figuras femeninas de María Magdalena y María Cleofás cuyos cuerpos inclinados enmarcan la Compassio Mariae, centro compositivo y emocional de todo el grupo.

Recurre también Juni a la oposición de contrarios, de direcciones y fuerzas contrarias. Juan se opone a la fuerza con que María se acerca a su hijo; la juventud de la Magdalena contrasta con el rostro envejecido de Cleofás; Nicodemo y José de Arimatea giran en sentido opuesto.


El dolor que retuerce las figuras contrasta con la horizontalidad de Cristo. Sus pesados y retorcidos ropajes, que nos hablan del dolor del alma en un violento movimiento de dentro afuera, evidencian aún más la desnudez y la vulnerabilidad de Jesús. Y el gran centro, el alma de este grupo: la mano viva y tensa de la Virgen ante la mano muerta del Hijo.

El cuerpo del crucificado permanece ajeno a este huracán de emociones no contenidas, elevado sobre un sarcófago clásico y mostrando claramente al fiel sus llagas, pues no en vano Fray Antonio de Guevara era franciscano.  Sobre el frontal, una cartela con las palabras con las que el pueblo de Hebrón ofreció una tumba a Abraham para enterrar a Sara: NOS IN ELECTIS SEPVL / CHRIS NOSTRIS SEPELI / MORTVVM TVVM (“en el mejor de nuestros sepulcros, entierra a tu muerto”).



La disposición de las figuras describe además un círculo inconcluso que sólo quedará completo cuando tú, espectador, te pongas enfrente. Y ¿quién te invita? ¿quién te interpela mostrándote acusador la espina que acaba de sacarle de la frente mientras con la otra mano sujeta reverentemente la cabeza de Cristo? José de Arimatea.

Quedan resonando las palabras de Fray Antonio de Guevara:

Pusiéronse en torno del todos y todos los de aquel triste colegio como un enjambre de abejas desmelenado; diciendo a sus lenguas las mil lástimas y llorando de sus ojos lágrimas vivas. Qué no dijeron, qué no lloraron, qué no sintieron, y qué no plañieron cuando a su Maestro y Señor tan despedazado vieron. Qué ojos les pudo bastar para verlo ni qué lengua para encarecerlo, ver el cuerpo de aquel difunto tan maltratado y ver tan cruel carnicería de su Dios haberse hecho. Si miraban la cara estaba escupida, si miraban los cabellos estaban remesados, si miraban las espaldas estaban abiertas, si miraban las manos estaban rotas, si miran el cuerpo estaba desollado y si miraban el costado estaba alanzado.


Vida y muerte, fuerza y laxitud, dolor contenido y dolor desatado. Juan de Juni y Fray Antonio de Guevara. No se vuelve igual después de estar delante de esta joya.

domingo, 12 de abril de 2020

Carta del Presidente

Queridos Cofrades, queridos amigos
Ha pasado esta Semana Santa y ha pasado esta en concreto…
Todos tenemos recuerdos de nuestras Semanas Santas, más o menos claros o cercanos. Si nos paramos unos segundos a pensar nos vienen muchas imágenes a la cabeza…
Quiero dirigirme a ti, hermano cofrade del Santo Entierro, ahora que te has parado a pensar en tus experiencias viviendo los días de nuestra Semana Santa vallisoletana. Seguro que te han aflorado muchas sensaciones. Sigue recordando… Concédete unos minutos…
Tal vez fuiste con la Cofradía a Hervás, a Sevilla o a Simancas durante la Semana Santa, incluso a San Pedro de Cardeña para celebrar el día del Corpus.
Tal vez viviste un traslado del Cristo Yacente la mañana del Domingo de Resurrección, junto con los hermanos del Resucitado, o ya el Sábado Santo por la tarde, junto con la banda del Descendimiento. Incluso puede que escuchases a la banda de cornetas y tambores de la Cruz Roja acompañando a Nuestro Titular.
Recuerdos…Imágenes… Ahí siguen y seguirán todo el tiempo que tu memoria lo permita.
Esta cuaresma no has podido celebrar el Triduo en honor al Cristo Yacente, ni has ensayado con tus hermanos comisarios, y tampoco has podido visitar a la comunidad de San Joaquín y Santa Ana. Pero esta cuaresma no la vas a olvidar.
Tampoco has podido ver los días previos a la Semana Santa nuestra plaza adornada con esa Cruz dorada flordelisada, escudo de nuestra Cofradía. Ni te has sentado en las gradas de la Plaza Mayor de Valladolid para leer el programa de Semana Santa, comiendo unas pipas tal vez. Pero estos días no se te van a olvidar.
Esta Semana Santa no has esperado en la plaza, con el hábito mejor o peor doblado, esperando que se abrieran las puertas de la Iglesia para poder revestirte. Tampoco has podido prepararte en casa con la mantilla, la negra o la blanca, según el día...No has podido acompañar a Cristo Yacente, cuerpo verdadero, a la Catedral o durante su Santo Entierro vespertino el Sábado Santo. Pero esta Semana Santa, que ya ha llegado a su fin, tampoco la vas a olvidar…
En muchas ocasiones, queridos cofrades, hemos oído hablar del mal que las redes sociales, los medios informáticos o el progreso en la comunicación estaban haciendo a las relaciones sociales. Gracias a estos medios nos acercamos más que nunca, a la vez que nos distanciamos al no sentir la mirada de unos ojos mientras hablamos, o el calor de unos brazos durante un abrazo, o la intensidad en un apretón de manos, o un beso…
Todos estos gestos se sustituyen en ocasiones por una imagen más menos graciosa, más o menos sincera.
Pero esta (aparente) deshumanización se está viendo cuestionada durante estos terribles días que nos está tocando vivir como sociedad, ya que hemos conseguido humanizar ese progreso, esa revolución en las comunicaciones , esa tecnología que tenemos a nuestro alcance y que sin ella, tal vez no nos reconoceríamos en el momento que saliéramos a la calle, ya que esonos conecta más que nunca con nuestros abuelos, padres, hermanos, familiares y amigos.
Esta Semana Santa hemos conseguido acercarnos los unos a los otros, gracias en gran medida a vuestra respuesta participando en cada una de las iniciativas que, desde la Junta de Gobierno, os hemos propuesto. Hemos compartiendo imágenes y pensamientos a través de todos los medios que teníamos a nuestro alcance. Hemos acompañado al Cristo Yacente el Jueves Santo y el Sábado Santo. Tal vez no hayamos salido a la calle, pero hemos procesionado más unidos que nunca.
Todo esto terminará, si Dios quiere más pronto que tarde. Y volveremos a salir a la calle…pero nada será lo mismo. La sociedad va a cambiar porque las personas que formamos parte de ella hemos cambiado, y ojalá ese cambio sea para siempre.
Hemos resucitado a una nueva forma de pensar en nuestro día a día. Es posible que ya no nos comportemos igual en nuestro trabajo, en nuestra familia, con nuestra pareja o con nuestros amigos. Y como cofrades, también hemos resucitado a una nueva forma de vivir la Semana Santa desde nuestra intimidad  y nuestro silencio…y lo hemos compartido más que nunca como hermanos, como cofrades, gracias a la humanización de las nuevas formas de comunicación, que ha conseguido sustituir, al menos durante un tiempo, elpostureo y los reflejos que nos ciegan, las apariencias y verdades a medias que nos confunden, por imágenes y palabras sinceras de amor y de, cariño.
Todo va a salir bien porque todo ha cambiado.
Os deseo a todos, de corazón una Feliz Pascua de Resurrección.

Jesús González Expósito.
Presidente.


La Resurrección del Señor es garantía de Esperanza

El Cardenal-Arzobispo, hermano de honor de nuestra Cofradía, se dirige a los fieles de la Archidiócesis este Domingo de Resurrección.





¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!


Cristo resucitado (Francisco del Rincón, hacia 1606). Convento del Corpus Christi, Valladolid.
Fotografía: Domuspucelae

sábado, 11 de abril de 2020

Procesión del Santo Entierro de Cristo 2020

Procesión del Santo Entierro de Cristo, de la Cofradía del Santo Entierro de Valladolid.
En ella la Cofradía procesiona con su talla titular, el Santo Cristo Yacente, obra de Gregorio Fernández (1634), en la tarde del Sábado Santo.
Este año contamos con D. Ángel Cuaresma Renedo, como invitado de Honor, quien realiza una bellísima meditación en torno a Cristo Yacente.
La reflexión pastoral corre a cargo de nuestro consiliario Guillermo Camino Beazcua, quien ahonda en el sentido de esta Procesión.
Los cofrades que así lo desearon participaron de la procesión enviando su palabras de oración, de reflexión, de ánimo, o simplemente sus inquietudes ante esta terrible situación. Todas sus palabras acompañan el paso del Yacente por las calles aledañas a la Plaza de Santa Ana, en la que se ubica su sede canónica, en la iglesia conventual del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana.

Acopañan las imagenes, tanto fotográficas como de video, de Nuria Mongil, Alberto V. Jimenez, Jesus Angel Gonzalez (Blog Vallisoletvm), Juan Pascual (Tribuna Valladolid), Agencia EFE, musica de la Comunidad de Taizé y del compositor John Debney, además del tradicional Misere Mei Deus, de G. Allegri, que tradicionalmente protagoniza la salida a la calle del Santo Cristo Yacente, en la tarde del Sábado Santo.

Sábado Santo... de 2013

Mi procesión particular del Santo Entierro de Cristo del año 2020

A todos los cofrades y hermanos de mi hermandad del Santo Entierro:

La plaza de Santa Ana estaba repleta de fieles, curiosos y turistas. Todos expectantes ante la inminente salida de la hermandad del Santo Entierro, con su paso del Cristo Yacente.

Y es que desde que fue pedido por el presidente de la Cofradía, a las hermanas bernardas propietarias de la imagen,  allá por el inicio de la Cuaresma, había estado presidiendo el Altar Mayor de la Iglesia Conventual.

Hoy Sábado Santo, en su procesión del Santo Entierro, será devuelto a su lugar, donde reposará 11 meses hasta la llegada de la próxima Cuaresma.

La hora se acercaba. Los hermanos se iban revistiendo, ya estaba todo presto: estandartes, pendonetas, incensario, faroles; y los hermanos de carga, los “Malditos”, daban los últimos retoques a las andas, las flores y las velas… la imagen hermosa del Yacente saldría a la calle un Sábado Santo más.

El presidente, desde el atril del presbiterio, leyó cuidadosamente la planta de procesión: niños cofrades, hermanas de devoción, cofrades en filas, comisarios del Cristo y la imagen de Nuestro Señor en sus andas procesionales con los tambores que marcan el paso. Y por último el sacerdote escoltado por dos miembros de la junta de gobierno, las cofradías hermanas y personalidades distinguidas en la vida vallisoletana.

Todo está dispuesto, el portón conventual se abre, los hermanos van saliendo a la plaza y poco a poco las andas del Cristo se acercan al compás del redoble del tambor, apenas sin mecerse. La  pericia de los hermanos de carga salvan el primer obstáculo hasta llegar justo al dintel conventual.

Se hace el silencio, las emociones y los sentimientos afloran entre el pueblo fiel, y majestuoso al son del miserere, la obra de Fernández sale a las calles de Valladolid.

Salvan tres escalones de piedra y los malditos toman la calle María de Molina. Al paso, poco a poco, en silencio,… silencio roto solamente por el arrastre de las colas de los hábitos penitenciales de sus cofrades.

Sigue sonando el canto gregoriano, al fondo el redoble de los tambores y el sonido de las carracas; la procesión avanza por la calle de  los Héroes de Alcántara, luego giran a Zúñiga y allí esperan a las puertas de Santa Ana.

El público abarrota la vieja plaza vallisoletana, si es hermoso verlo andar en las calles, todavía lo será más verlo por el claustro conventual, pero eso es un privilegio reservado a unos pocos: los cofrades y las hermanas de la comunidad.

Los hermanos forman dos filas a izquierda y derecha, van a escoltar a su imagen, emocionados lo ven pasar a su lado. El Yacente sigue su paso pausado, de costero a costero, para llegar al centro de la plaza; la maniobra de ahora es difícil, lo giran con sumo cuidado y con una gran delicadeza lo portan hasta un pequeño altar.

El capellán de la hermandad hará una pequeña reflexión en torno a la muerte de Cristo y a su posterior entierro, todo sin duda a la espera de la gloria, que en escasas horas llegará.

La matraca se oye, el tambor redobla, los malditos cargan a Cristo sobre sus hombros, pero ya sin andas. Ahora, tres hermanos por un lado y tres por el otro, recrean el Entierro Santo del Señor. Con saber hacer lo portan hasta la antigua escalinata del convento y allí, con maestría, mientras un hermano cofrade interpreta el toque de oración, el Cristo Yacente de Gregorio Fernández, entra en el zaguán conventual.

El resto de hermanos accede al templo, las puertas se cierran, los fieles de la plaza emocionados quieren ver más, pero no podrán, solo les resta el consuelo de conocer a algún cofrade que les cuente la profunda emoción que se vive y se siente dentro.

Y es que en el interior del convento, solo con la luz de los faroles, en silencio y en la oración más sentida, recorre el claustro para ser depositado en la sala capitular de las hermanas bernardas.
Agradecimientos son recíprocos entre hermandad y comunidad de religiosas; y una última oración ante el cuerpo inerte de Cristo Salvador, ponen fin a dos horas de emociones muy hondas y de sentimientos a flor de piel.

Se terminó el Sábado Santo. Abrazos compartidos, esfuerzos recompensados y lágrimas que brotan de lo más hondo del corazón.

Sólo queda esperar, esperar unas horas, a que llegue el alba, el clarear del nuevo día, del Domingo … porque llegará la Resurrección y la Vida.

Vida que en este año 2020 adquiere una especial relevancia para todos nosotros.

Roberto Alonso Gómez.
Hermano de la Cofradía del Santo Entierro
Valladolid, Sábado Santo 11 de Abril de 2020.

Desolada, María



La brisa sopla suave,
Tu vestido y tu cara,
Soplando en las figuras de la gente, como estatuas.
Tras el grito divino de muerte, que ha cubierto todo el mundo,
Se ha hecho el Silencio.

En el aire no se oye ya ninguna voz:
Todo se ha cumplido.
En el aire ya no se oye ningún lamento,
Ha vencido la muerte.
Tu mirada se detiene en ese cuerpo,
Rígido y solo.
El mundo se ha parado.

Desolada, Desolada, María,
Ven a la casa mía, ven a la casa mía.

Madre, yo te cuidaré aquí en mi casa.
Madre, tu dolor entrará, aquí en mi casa.
Madre, yo te honraré con toda mi vida.
Madre, eres el regalo mayor del Señor.

Y la tierra tiembla…
¡María! ¡Yo estoy contigo!
Y la tierra tiembla…
Los guardias se estremecen, yo estoy a tu lado.
Y la tierra tiembla….
Verdaderamente, aquel hombre era Hijo de Dios.
Y la tierra tiembla….
Las rocas se resquebrajan, el templo se agrieta.
¡Madre, yo estoy junto a ti!

Desolada, Desolada, María,
Ven a la casa mía, ven a la casa mía.

viernes, 10 de abril de 2020

Epitaphion

El Epitaphion es el acto que realiza la Cofradía del Santo Entierro de Valladolid al finalizar su participación en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor, el Viernes Santo.
En él se cubre la imagen muerta de Cristo Yacente con el sudario antes de entrar en la Iglesia del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana.
El oficio lo ha celebrado Guillermo Camino Beazcua, consiliario de la Cofradía, acompañado de fotografias de Nuria Mongil, y musica de la Comunidad de Taizé, "In manos tuas", y de Andrew Lloyd Webber, "John 19:21"



Invitación procesión del Santo Entierro

Queremos invitaros a participar en nuestra procesión del Santo Entierro de una forma muy sencilla y que creemos que será también muy emotiva y personal. Se trata de que nos mandéis vuestra petición, pensamiento, recuerdo para vosotros o familiares, etc…. en texto. Lo que se verá en el vídeo de la procesión serán, durante unos segundos, las peticiones que nos hayáis mandado, una a una.

Las peticiones son anónimas. Lógicamente nosotros vamos a saber quién las manda, pero para el resto del mundo esto es anónimo y confidencial. En el vídeo solo aparecerá el texto de la petición, no quién lo pide. Entendemos que el acto de orar y rezar es personal y no hay ninguna necesidad de firmarlo.

Para asegurarnos de que nos da tiempo a poner todas, os pedimos que en vez de mandar una petición por cofrade, mandemos una por casa.

Y lo último: la extensión, como comprenderéis no podemos excedernos en texto porque si no será imposible leerlo todo con tranquilidad. Por eso os pedimos que vuestro escrito no pase de 20 palabras.

Lo podéis mandar al grupo de whatsapp o también a info@santoentierro.net

El plazo de recepción es hasta esta noche (viernes) a las 0.00 h.

¡ANÍMATE Y PARTICIPA!

Viernes Santo en Valladolid

Os dejamos un montaje con algunas imágenes del Viernes Santo vallisoletano.

El mejor tributo del bosque: el árbol de la Cruz

En esta mañana de Viernes Santo, nuestro Consiliario, Guillermo Camino, comparte con nosotros esta meditación al pie de la cruz.

Ir a la meditación

miércoles, 8 de abril de 2020

Momentos de nuestra Cofradía (vídeo)

Ofrece tu luz a Cristo Yacente

Como sabéis, cuando no podemos salir a la calle el Jueves Santo, realizamos en la iglesia un acto de oración que consiste en ofrecer la luz de nuestro farol al Santo Cristo. Este año, en el que tampoco podemos salir a la calle, os proponemos hacer juntos, desde nuestras casas, la ofrenda al Cristo Yacente.

No tenemos nuestro farol, es verdad, pero la luz sí que la podemos ofrecer, y eso es lo que vamos a hacer. Os invitamos a mandarnos una foto (en formato horizontal) con vuestra ofrenda de luz al Santo Cristo. Para ello, os pedimos que nos mandéis una foto en la que aparezca una vela encendida, vuestra medalla y vuestro nombre. Si queréis, podéis añadir, a modo de altar devocional, algún otro símbolo como una imagen o estampa del Cristo, un capuchón, etc.

Esta ofrenda es un acto de petición a nuestro Cristo Yacente, el Verum Corpus, en el que le pedimos:
•Por nosotros, que asistimos impotentes a estos acontecimientos que nos han cambiado todo.
•Por nuestras familias, porque queremos pedirle al Señor que nos mantenga a todos libres de todo mal.
•Por todo el mundo que está sufriendo por causa de esta terrible pandemia del Coronavirus.
Te adoramos, Señor. Cuida de nosotros, cuida a nuestras familias… ayúdanos a todos. AMÉN.

sábado, 4 de abril de 2020

Actividades para los pequeños cofrades

Como estos días que tenemos que pasar en casa son un poco complicados para nuestros pequeños cofrades, aquí os dejamos unos dibujos semanasanteros para colorear, que ha preparado nuestro hermano Roberto Alonso, y unos recortables de un conocido supermercado.

Os deseamos que paséis unos agradables días en familia, con nuestro pensamiento y nuestra oración centrados en los que más están sufriendo esta pandemia. Desde este blog y las redes sociales de la Cofradía os iremos haciendo propuestas para vivir intensamente esta Semana Santa tan especial, esperando la Pascua del Señor.

Dibujos para colorear

Recortable capuchones

viernes, 3 de abril de 2020

Ejercicio del Via Crucis





Texto del Via Crucis

Esta noche: Ejercicio del Via Crucis

Carta del Sr. Obispo auxiliar

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Queridos amigos de las cofradías vallisoletanas, hermanos:
Se acerca con el Viernes de Dolores momento del comienzo de nuestra Semana de 10 días.
Este año hemos de vivirla de manera muy distinta, la más singular de la larga historia de este acontecimiento. Os animo a vivirla con especial hondura y espíritu fraterno en la distancia, pero también con imaginación y gestos de hermandad.
Vamos a vivir un tiempo largo de renovación y de vuelta a las raíces de devoción y solidaridad. Las Cofradías más históricas surgieron en tiempos de grandes desafíos eclesiales y sociales, también con epidemias, guerras y hambrunas. Os agradezco los esfuerzos que estáis haciendo por mantener ardiendo la llama cofrade.
Por ello, quiero convocaros a seguir concretando la devoción y la fraternidad en gestos de caridad, con los cofrades que lo necesiten y también con nuestros conciudadanos más pobres, solos o enfermos. Os pido que colaboréis con Cáritas y con las organizaciones con las que estéis en contacto habitualmente. Algunos tenéis sede o estrecha relación con Monjas contemplativas, interesaos por ellas y, si os posible, prestadlas ayuda.
Nos unimos en las celebraciones litúrgicas y de una manera especial en el Sermón de las 7 Palabras que esperamos que COPE y TRECE puedan ofrecer a toda España.
En fin hermanos, que el Señor crucificado y su Madre nos ayuden y convoquen en estos días.
Recibid mi afecto y el saludo de D. Ricardo con nuestra bendición.
Valladolid 31 de marzo de 2020
Luis J. Argüello, Obispo auxiliar

miércoles, 1 de abril de 2020

Donación contra el Covid-19



La cantidad donada por el conjunto de cofradías ha sido de 20.000 euros (1000 euros cada cofradía).

Por otra parte, los cofrades que lo deseéis podéis hacer donativos a título personal, a unir a la cantidad anteriormente mencionada. Para ello, podéis hacer un ingreso en la cuenta bancaria de la Cofradía durante hoy y mañana (1 y 2 de abril), de la cantidad que estiméis oportuno. Muchas gracias por vuestra colaboración. La cuenta de la Cofradía es: ES80 0049 0020 51 2511993866.

lunes, 30 de marzo de 2020

Nuestra querida plaza

Si preguntamos dónde se encuentra la Plaza de la Trinidad seguro que nos remiten a la plaza donde está ubicada actualmente la biblioteca de Castilla y León, el monasterio de San Quirce y Santa Julita y la iglesia de San Nicolás. Muy poca gente sabe que la primitiva plaza de la Trinidad fue nuestra querida Plaza de Santa Ana.

De los 90 años de existencia de la cofradía del Santo Entierro, 85 han estado vinculados estrechamente a la plaza de Santa Ana, por ser ésta la ubicación del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana de las bernardas cistercienses y su sede canónica.

En este largo período de tiempo la plaza ha sido testigo mudo de nuestra pequeña historia y, de una u otra manera, ha sido el marco físico en el que se ha desarrollado la parte pública de la vida de la cofradía, no sólo porque de ella parten todas nuestras salidas procesionales, sino, sobre todo, por acoger, desde el año 1991, uno de los actos más recoletos e íntimos de la Semana Santa de Valladolid, en concreto el traslado de nuestro titular, el Cristo Yacente, en la noche del Sábado Santo desde la iglesia a la clausura del monasterio.

Pero la plaza también tiene vida propia a lo largo del resto del año, y así ha sido desde la baja edad media. No se conservan muchos documentos que atestigüen su origen. Buceando en los textos que los historiadores locales, sabemos que en el siglo XV ya estaba constituida con un perímetro semejante al actual, con una forma más o menos trapezoidal.

Al estar emplazada entre la Plaza Mayor, lugar donde por excelencia se desarrollaba la vida pública de la entonces villa y posterior ciudad, y la iglesia de San Lorenzo, sede de la venerada Virgen de San Lorenzo, patrona de la ciudad, era un lugar transitado, ya que la población utilizaba para este desplazamiento la calle de la Pasión, porque acceder por la actual calle de San Lorenzo era más incómodo al tener que sortear la Esgueva que por aquel entonces discurría, en su ramal norte, por la Plaza del Poniente.


Por aquella época se la conocía como Plaza de la Trinidad, por ubicarse en ella el convento de los trinitarios descalzos, ocupando un solar enorme desde la esquina de la Calle María de Molina, antigua calle de Aguariza, Guariza, Boriza, pues todas esas denominaciones ha tenido, hasta la ribera de la rama sur de la Esgueva en la actual calle Doctrinos. El convento fue arruinado al ser ocupado como cuartel por las tropas los franceses en la guerra de la independencia, sufriendo un pavoroso incendio en 1809, desapareciendo definitivamente como consecuencia de la desamortización de Mendizábal.

Las reverendas madres cistercienses bernardas se establecieron en esta plaza al trasladarse desde el monasterio de Perales, en Palencia, a unas viviendas propiedad de D. Antonio de Salazar, que adaptaron a la vida monacal, consagrando su nueva iglesia en 1596. No fue fácil conseguir la autorización de las autoridades locales para permitir su asentamiento, al contar con la firme oposición de los monjes trinitarios.

Es creencia común que al desaparecer el convento de los trinitarios calzados la plaza adquiere su denominación actual, pero en el plano de Valladolid de 1778, en plena construcción del actual monasterio de San Joaquín y Santa Ana, ya figura este espacio con la denominación de Plazuela del Real Monasterio de Santa Ana, siendo en 1843 cuando ya pasó a denominarse Plaza de Santa Ana.

Por su proximidad al centro histórico de la ciudad, zona de la Plaza Mayor, Iglesia de Santiago e Iglesia de San Lorenzo, ha sido asentamiento de viviendas de familias acomodadas. A modo de ejemplo, es conocido que  en el tramo comprendido entre la calle Zúñiga y la Calle María de Molina tenían su vivienda palaciega los Boninseni, rica familia de comerciantes italianos. Con motivo de la construcción del actual monasterio, el Ayuntamiento remodeló la plaza. La casa porticada que hace esquina a la calle de San Lorenzo fue testigo de esta remodelación, que incluyó mejora en su pavimentación, reformándose el empedrado.

Pese a estar presidida la plaza por un monasterio de clausura, ha sido un lugar bullicioso. Era paso obligado para pasear por el paseo del Espolón, paralelo a la ribera del Pisuerga y lugar de esparcimiento de la población. Está documentada en actas del Ayuntamiento que en 1843 era terminal de numerosas diligencias que conectaban la ciudad con distintos puntos del reino. La ubicación del hotel Inglaterra, adosada al costado izquierdo del Monasterio, y de la pensión la Burgalesa, en el inicio de la calle de la Pasión, no fue ajena al trasiego de forasteros en la plaza.

En la actualidad es una plaza tranquila, peatonal en gran parte, que pese al cambio que supuso, a fines de la década de los setenta del pasado siglo, el cambio en su fisonomía derivada de la sustitución de un edifico singular de bajo y dos plantas, que perfectamente podía hacer sido rehabilitado, por el nuevo edificio retranqueado de siete alturas actual, en un deseo de hacer más amplia la calle María de Molina. A pesar de ello, ha corrido mejor suerte que otros lugares emblemáticos de nuestra ciudad como la Plaza de San Miguel, o la del Rosarillo que han quedado tristemente desfiguradas por la especulación inmobiliaria y el escaso respeto y consideración por la ciudad histórica.

                                                                                               Fernando Martín Pérez
             


Archivo Municipal: Plano Ventura Seco Valladolid 1738

viernes, 27 de marzo de 2020

Viaje a Sevilla (1964)

Hace años  (muchos), un grupo de cofrades había instituido la costumbre de celebrar el primer viernes de cada mes un Via Crucis en Santa Ana. No se convocaba a nadie, sino que simplemente se sabía que a las 8 de la tarde se celebraba en nuestra sede.

Al finalizar el acto se iba a tomar una cerveza y se hablaba de proyectos, -unos más descabellados que otros,- y se pasaba el rato. En una de estas charlas informales se planteó la posibilidad de ir a Sevilla a comprar las flores para nuestra carroza. Incluso, dejando volar la imaginación, se presumía que los claveles sevillanos dejarían un extraordinario olor al discurrir nuestro paso por la calles por las que transitaba la procesión del Viernes Santo.

La verdad es que la idea fue tomando cuerpo y después de muchas conversaciones se llegó a la conclusión de ir a Sevilla, ver el mercado floral y, posteriormente, realizar la compra. Por aquella época la tesorería de nuestra Cofradía tenía más telarañas que fondos y la idea se fue enfriando. Pero hete aquí que la idea había calado hondo y derivó en participar en un desfile procesional en la capital andaluza.

Después de varias gestiones,  en 1964 nos fuimos a Sevilla para participar el Miércoles Santo con la Hermandad de la Sagrada Lanzada.


Como ya había indicado, la tesorería no podía asumir de ninguna manera el costo del viaje, por lo que se le echó imaginación y se recaudaron numerosas aportaciones voluntarias para que el viaje llegara a buen fin. Hay que decir que en el año 1964 las carreteras y medios de locomoción eran los de época: malas carreteras y coches que hoy estarían en un museo.

Hubo, no obstante, alguna oposición al viaje; especialmente de D. Antonio Alonso que, preocupado por la corta duración de viaje, tenía dudas de que estuviéramos en Valladolid el Jueves Santo. El motivo: era el primer año que íbamos al Barrio de Girón, y no podíamos faltar a la cita. El viaje fue en coches de la época y uno de ellos estuvo a punto de fallar y tuvieron que pasar el Puerto de Béjar con las ventanillas bajadas porque el tubo de escape entraba en la "cabina" y se corría peligro de intoxicación. Se hizo escala en Plasencia para dormir y a la mañana siguiente continuamos para la capital hispalense.

Llegamos una esplendorosa mañana de Miércoles Santo con una climatología espectacular (habíamos dejado Valladolid con un aguanieve de los de esta tierra) y pasamos el día conociendo Sevilla y a los cofrades de la Lanzada. A las ocho de la tarde comenzó la procesión. La terminamos a las tres de la mañana y regresamos a casa, todos muy cansados y con ganas de llegar. En Salamanca se llamó a D. Antonio Alonso para que no estuviera preocupado (no había teléfonos móviles) y por fin llegamos a Valladolid.

Era el primer año que íbamos a Girón y fuimos solos, sin representaciones ni pueblo fiel que nos acompañara, salió a recibirnos D. Teodoro,  a la sazón párroco de San Pío X, con apenas una docena de señoras; el barrio en aquella época apenas tenía unas bombillas por iluminación y aquello tenía un aspecto bastante pobre. Pero hay que decir que la cara de satisfacción de D. Teodoro por haber ido hasta allí suplió cualquier aspecto negativo.

Ya dentro de la iglesia, y sentados en los bancos, discretos codazos a los que habíamos vuelto de Sevilla nos devolvían al mundo de los "despiertos" porque estábamos verdaderamente triturados del viaje.

Esto no deja de ser una rápida pincelada del viaje a Sevilla. Podría escribirse muchísimo más porque hubo muchas anécdotas del que fue un viaje memorable e inolvidable.
               
                                                                                       Juan Marcos Ortega



Fotografías: http://www.lanzada.org

jueves, 26 de marzo de 2020

Una procesión permanente en clausura… Una tarde de Sábado Santo

Siempre he considerado necesario relacionar la espiritualidad de las cofradías de Semana Santa y la que se ha vivido y se vive en los ambientes monásticos y conventuales desde hace siglos. No lo digo porque las cofradías sean una clausura, ni mucho menos. Al revés, su vocación es bien contraria. Beben, sin embargo, de unas fuentes semejantes, de una actitud de meditación, penitencia y caridad, en torno a la muerte de Cristo en la cruz, de atención a los necesitados, pero también de herencia hacia la fe comunicada por los mayores. En mi condición de historiador, había escrito en 2005 un libro que se tituló “La procesión permanente de Pasión”, en el cual descubrí como autor y después a los lectores que se acercaron a sus páginas, ese ambiente de meditación que existía en las entonces numerosas clausuras vallisoletanas. Lo que pude experimentar el pasado Sábado Santo 2019 con la cofradía del Santo Entierro de Valladolid me confirmó, de manera vivencial, lo que había planteado como hipótesis y había llegado a concluir en aquel libro.

Debo aclarar que esta cofradía cada año invita a un amigo vinculado con la Semana Santa de la ciudad para participar en una procesión realmente emocionante: el Santo Entierro de Cristo, la devolución de la imagen del Cristo Yacente de Gregorio Fernández a la clausura de las madres cistercienses del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana. Existe, desde mi punto de vista, una interesante simbiosis entre esta cofradía nacida en Valladolid en 1930, hace noventa años y en pleno gobierno diocesano del arzobispo Remigio Gandásegui, y la propia comunidad de monjas, hijas de san Bernardo, el llamado “Doctor melifluo”. En toda esta trayectoria histórica, salvo alguna otra posibilidad que se planteó en los primeros tiempos, para la vida procesional de los cofrades del Santo Entierro resulta imprescindible la mencionada e impresionante imagen de Gregorio Fernández. Sin embargo, esto no podía ser un mero préstamo. Era menester una convivencia espiritual entre ambas partes. Hace muchos años, se empezó a realizar el Domingo de Resurrección esta devolución de manera solemne, en un amago procesional. Hoy cuenta con su propia liturgia.

Convenientemente ataviados, y con muchos gestos perfectamente estudiados, partimos de la iglesia del nuevo clasicismo, el desarrollado en el siglo XVIII, de este convento de Valladolid. La tarde de Sábado Santo era apacible aunque con algún viento que permitía un movimiento solemne de los paños, como se decía en los cortejos procesionales antiguos, paños enlutados con los cuales cada uno ocultábamos el traje de cada día para ser todos iguales pero en ocasión especial ante Cristo ya muerto, bajado de la cruz, depositado en un sudario y camino del sepulcro. Aquella procesión que ha abierto su circunferencia urbana,  todavía lo podía hacer mucho más por las calles de Valladolid, porque cuenta con características para ello. Es un cortejo de enterramiento, con paso lento y silencioso, roto en ocasiones por un desgarrado sonido de viento. Nuestro semblante era sereno y aventajado, esto último con respecto a los que hace más de veinte siglos protagonizaron aquel entierro de Cristo que resultó muy austero y casi clandestino: nuestra fe nos conduce a la vida, a la celebración de la Pascua.

Al llegar a la Plaza de Santa Ana, la palabra predicada tuvo su lugar, su espacio, su momento, gracias al ministerio pastoral de mi querido amigo y sacerdote Guillermo Camino. Esta Plaza es auténtico atrio del espacio monástico de siglos, antes de producirse la entrada en la clausura, que es sepultura de este Cristo Yacente que no volverá a salir a la calle hasta el año que viene por el comienzo de la primavera. Y de nuevo, la solemnidad, el silencio, para la entrada por la puerta reglar. Nosotros con él, encaminando nuestros pasos por el claustro, donde la luz de esa tarde apacible se ha escondido, solamente iluminada cada estancia por los faroles, con el arrastrar de los hábitos de la cofradía, casi más propios de los caballeros de las órdenes militares; con las sombras monacales, con las monjas vestidas con la solemnidad que proporciona la cogulla. Su trayectoria discurrió por el claustro procesional, que esta última ha sido la función que estos espacios han tenido en los conventos y monasterios, además de articular los lugares de convivencia y de celebración de la casa. Finalmente entramos en el coro bajo en el cual la imagen fue depositada en el suelo, mientras las monjas que conforman la comunidad se encontraban en cada uno de los sitiales de la sillería, espacio coral para la alabanza a Dios. Estamos dentro de la clausura, del otro lado de la reja que desde la iglesia habíamos contemplado.

Así pues, el historiador lo vivió con ojos de observación, apuntando cada gesto porque nosotros solamente trabajamos con algunas catas del pasado y para llegar a conclusiones debemos aprender a “pensar históricamente” con una nueva mirada. El cofrade se sentía en familia, en medio de sus hermanos de la cofradía del Santo Entierro que le habían invitado a compartir, en esa tarde, la intimidad de su vida de devoción más cercana, casi tocando cada uno de los poros de esa piel en madera del Cristo sufriente. El vallisoletano se veía confirmado en su percepción: esta es una ciudad bella que debemos saber descubrir, abarcar, comprender, leer en cada una de sus piedras; una ciudad de pequeños rincones, de grandes impresiones, de espacios ocultos. El cristiano había participado de una meditación sobre el mayor acto de amor que Dios ha tenido para con nosotros, un tiempo para el silencio, exterior e interior, casi para hacer aquello que nos recomienda el Evangelio en el principio de cada Cuaresma: cada vez que quieras orar a tu Padre que está en los cielos, no te muestres de pie en las Plazas y de pie, como rezan los hipócritas. Ellos ya han recibido su paga. Cuando quieras orar a tu Padre, busca tu cuarto, cierra la puerta y entra en lo secreto y tu Padre que ve en lo secreto, te lo recompensará.

El Cristo Yacente vuelve a su cuarto, en el secreto y silencio de su clausura, a la intimidad de su cofradía, bajo la custodia de quién lo encargó hace siglos, las monjas cistercienses de San Joaquín y Santa Ana, las hijas de San Bernardo. Les aseguro que cada vez que he pasado desde entonces por aquella Plaza, que entro en aquella iglesia, que observo esa puerta reglar, no puedo olvidar lo que contemplé y viví en la tarde del Sábado Santo de 2019. No solo doy testimonio de ello sino que especialmente me muestro agradecido a mis hermanos cofrades por haberlo vivido junto a ellos.


Javier Burrieza Sánchez
Profesor Titular Historia Moderna
Universidad de Valladolid

lunes, 23 de marzo de 2020

Trazado irregular

Queridos cofrades, queridos amigos

A lo largo de la vida el ser humano va creciendo física y psíquicamente. Desde el punto de vista físico ese cambio queda reflejado en aspectos externos como pueden ser la altura, el color del pelo, la masa muscular o la madurez en el rostro... Esos aspectos debemos de cuidarlos llevando una vida saludable, una buena alimentación, ejercicio físico.

A nivel psíquico también se evoluciona y se va teniendo conciencia de ese (nuevo) “yo” que estaba escondido y que empieza a salir a partir de la adolescencia, y es en ese punto cuando uno empieza a crecer como persona, si bien es cierto que esos primeros pasos requieren de un acompañamiento y cuidado constantes. ¿Y cómo cuidamos ese aspecto más interior? Con una vida saludable (interna), una buena alimentación (de espíritu) y ejercicio... mucho ejercicio (oración).

Lo malo es cuando se confunde (o se mezcla) lo externo con lo interno, pudiendo caer en el error de creer que una realidad externa alimenta nuestro espíritu casi tanto o más que un momento de oración en silencio. Son inseparables ambos aspectos, eso es evidente. Pero son realidades totalmente diferentes.

Raro es el camino de la madurez que seguimos en línea recta o en llano. La vida no es un trazado regular  (gracias a Dios). Tiene muchas curvas, y subidas, y bajadas, y más curvas...pero todo ello hacia una meta, un objetivo, el que cada uno se haya marcado. Es posible, casi con total seguridad, que para llegar a ese objetivo se modifique la ruta elegida en más de una ocasión. Unas veces por elección propia, otras por recomendación de alguien de confianza y otras por imposición o causa de fuerza mayor.

Así es el camino de nuestra querida Cofradía, un trazado irregular, con sus aspectos externos y sus aspectos internos y tienen los dos una importancia fundamental, y ambos por el mismo motivo: LA IDENTIDAD.

Por el qué se nos conoce, y cómo lo cuidemos es la base del camino hacia esa madurez. Cada Junta de Gobierno se marca sus objetivos, incluso diferenciándolos en cada legislatura. Y en cada momento se hace especial hincapié en algún aspecto, ya sea externo o interno. Pero sin perder un ápice de esa identidad.

En el momento actual que nos ha tocado vivir, momento de cambios y reformas, se hace aún más importante mantener la identidad de nuestros cultos y nuestras procesiones, siendo conscientes de quiénes somos y hasta dónde queremos (o podemos) llegar.

Es por ello que desde esta Junta de Gobierno os pedimos más que nunca trabajar juntos en ese camino, haciendo nuestros, con nuestra forma de ser y hacer, cada uno de los actos que realizamos y cada salida procesional, porque a cada uno se le ha dado no sólo un aspecto externo cuidado, sino un profundo sentido interno. Un por qué lo hacemos y lo sentimos así, tan nuestro.

La imagen del Yacente entrando por primera vez, desnudo, el primer día del triduo, en el interior de la iglesia, la oscuridad del templo de San Lorenzo durante el rezo de la XII estación del Ejercicio del Via Crucis del Viernes de Dolores, la imposición del sudario a Cristo Yacente tras la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor o ese recorrido, entre faroles alzados, de nuestro Titular por la penumbra de la clausura del convento... todos estos momentos forman parte de nuestra identidad, de nuestro crecimiento hacia la madurez como cofradía.

Habrá más reformas, habrá otras Juntas de Gobierno, seremos más o menos cofrades, pero siempre tendremos el mismo objetivo en el camino: mantener nuestra identidad. Y esto lo conseguiremos primero cuidando nuestro aspecto interno y externo como cofrades del Santo Entierro, de forma individual, para luego poder ponerlo en práctica en el conjunto de toda la Cofradía. Así una identidad de cofrade individual, surgida de unas bases comunes, se transforma en identidad de toda una Cofradía cuando se recorre el mismo camino junto a nuestro Señor Yacente.
                                     
                                                                                   Jesús González Expósito, Presidente



sábado, 21 de marzo de 2020

Disponer para Jesús un nuevo sepulcro

“Lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro nuevo”

Feliz y comprometido camino hacia la Pascua. Siempre en novedad hacia el sepulcro nuevo. En el contexto de las novedades que estas próximas semanas nos traen, no dejamos de solicitarnos la creatividad para acoger las iniciativas de la reorganización de la Semana Santa en Valladolid. De un modo especial sentimos que tradición y novedad van hermanadas en la Pascua de Cristo. Toda su Pascua es novedad: nuevo fue su sepulcro y nuevo quedará, nuevos su sudario y vendas y nuevas permanecerán, y seguirán marcadas por la novedad de la resurrección para siempre. Sentimos la lógica de que la continuidad nos dé seguridad, y a la vez sabemos que es necesario situarnos ante la novedad como quien integra, madura y avanza. La Pascua conlleva ese equilibrio. Y con ese deseo es bueno que acojamos esta próxima Pascua.

Pascua es novedad, y a la vez es continuidad del gran Misterio de la Vida. Continuidad cada domingo, pues en él se renueva la Pascua, y a la vez novedad, porque el Misterio de Cristo renueva la vida, su Espíritu que nos ayuda a situarnos ante el compromiso.

Jesús mismo vivió la Pascua en novedad. Nuevo era el pollino que estrenó en Ramos, nuevo el brindis convertido en sacramento en la Cena de Pascua. Nuevo será su sepulcro en medio de tanta rutina…en la violencia de su muerte. Los crucificados eran sometidos a una rutina, la de aquellos que bien sabían lo que hacían: el modo como eran crucificados, cómo se prolongaba su dolor, cómo eran desenclavados y despojados en fosas comunes. Para los discípulos amigos, la memoria de Jesús debía salir de esa rutina y recibir el honor de su veneración.  Tenía que ser sepultado en un sepulcro nuevo. De esta forma dieron también cumplimiento con total exactitud a la profecía de Isaías: (Is 53, 9)"Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte." La esperanza en la resurrección guiaba aquella decisión, si el cuerpo de Jesús hubiera sido arrojado en una fosa común,  habría sido imposible verificar su resurrección, pero una tumba vacía sí que servía como una evidencia clara de la resurrección.

Así aquellos dos amigos fieles trasladaron el cuerpo de Jesús envuelto en una sábana hasta "un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno" (Jn 19, 41), excavado en la roca en un huerto cercano.  Diligentes y con premura ungieron el cuerpo antes de depositarlo en la tumba. Como era costumbre entre los judíos, lavaron el cuerpo  para después envolverlo en los lienzos con especias aromáticas. La iconografía del Santo Entierro ha guardado la memoria de los ungüentos utilizados:  la mirra y los áloes que había traído Nicodemo. Así al mezclar los lienzos con esta mixtura,   éstos quedaban pegados al cuerpo de Jesús formando una momia, tal y como se describe en el evangelio de Juan al referir el episodio de la resurrección de Lázaro. Llegados a este punto podríamos pensar que tal y como muestra nuestra imagen titular, el Santo Cristo representa el momento justo en que habiendo sido lavado el cuerpo acaba de ser colocado sobre el sudario. La santa cofradía inicial se dispondría a ungirlo. Acompaño en esta ocasión el presente saludo con dos imágenes de Raúl Berzosa, pintor contemporáneo, que nos muestra el doble ejercicio de aquellos primeros cofrades: colocar a Cristo en un sepulcro nuevo y ungirlo como Señor.



Puede resultar un ejercicio de piedad pensar qué de bueno le damos al Señor. Qué de buen perfume y aroma hay en nuestra vida para que sea nuevo ungüento que dignifique su espera de la mañana pascual. El propio Cristo nos dijo en la penúltima Cena, en Betania, que debemos ungir su santa presencia en los pobres, en los que se manifiesta su espera resucitadora de dignidad y justicia. ¿Cómo ungir al Ungido en sus ungidos? La respuesta es fácil: con la caridad que hace nuevas todas las cosas. Feliz y Santa Resurrección.

                                                                                               Guillermo Camino, Consiliario


sábado, 14 de marzo de 2020

Suspendidas nuestras procesiones de Semana Santa

La Junta de Gobierno de nuestra Cofradía informa a los cofrades, devotos y amigos, que han quedado suspendidas todas nuestras procesiones de Semana Santa, así como todos los actos y cultos cuaresmales. Queda cerrada también nuestra oficina, hasta nuevo aviso.

Elevamos nuestra oración al Señor, en su advocación del Santo Cristo Yacente, y a su Santísima Madre, la Virgen María, por todas aquellas personas enfermas y fallecidas debido al Coronavirus COVID-19, así como a sus familiares y amigos.

Hacemos un llamamiento a nuestros cofrades para que vivan con fe el tiempo de Cuaresma, como preparación para la celebración de la Pascua, siguiendo las indicaciones de las autoridades eclesiásticas de nuestra Diócesis.



viernes, 13 de marzo de 2020

Suspensión de actos y cultos cuaresmales


La Junta de Gobierno de la Cofradía, reunida en sesión extraordinaria, ha acordado, en atención a las recomendaciones dictadas por la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León, suspender todos sus actos cuaresmales. Así mismo, la iglesia permanecerá cerrada y se suspende el horario de oficina.

En atención a la evolución de la epidemia y de las instrucciones que se nos den por parte de los órganos competentes, se informará en su momento de la celebración, o no, del resto de nuestros actos y procesiones y de la reapertura de la oficina.

Desde esta Junta de Gobierno consideramos que estas decisiones son difíciles de tomar, pero creemos que debe anteponerse la salud de las personas a cualquier otra cosa.