Queridos cofrades, queridos amigos
A lo largo de la vida el ser humano va creciendo física y psíquicamente. Desde el punto de vista físico ese cambio queda reflejado en aspectos externos como pueden ser la altura, el color del pelo, la masa muscular o la madurez en el rostro... Esos aspectos debemos de cuidarlos llevando una vida saludable, una buena alimentación, ejercicio físico.
A nivel psíquico también se evoluciona y se va teniendo conciencia de ese (nuevo) “yo” que estaba escondido y que empieza a salir a partir de la adolescencia, y es en ese punto cuando uno empieza a crecer como persona, si bien es cierto que esos primeros pasos requieren de un acompañamiento y cuidado constantes. ¿Y cómo cuidamos ese aspecto más interior? Con una vida saludable (interna), una buena alimentación (de espíritu) y ejercicio... mucho ejercicio (oración).
Lo malo es cuando se confunde (o se mezcla) lo externo con lo interno, pudiendo caer en el error de creer que una realidad externa alimenta nuestro espíritu casi tanto o más que un momento de oración en silencio. Son inseparables ambos aspectos, eso es evidente. Pero son realidades totalmente diferentes.
Raro es el camino de la madurez que seguimos en línea recta o en llano. La vida no es un trazado regular (gracias a Dios). Tiene muchas curvas, y subidas, y bajadas, y más curvas...pero todo ello hacia una meta, un objetivo, el que cada uno se haya marcado. Es posible, casi con total seguridad, que para llegar a ese objetivo se modifique la ruta elegida en más de una ocasión. Unas veces por elección propia, otras por recomendación de alguien de confianza y otras por imposición o causa de fuerza mayor.
Así es el camino de nuestra querida Cofradía, un trazado irregular, con sus aspectos externos y sus aspectos internos y tienen los dos una importancia fundamental, y ambos por el mismo motivo: LA IDENTIDAD.
Por el qué se nos conoce, y cómo lo cuidemos es la base del camino hacia esa madurez. Cada Junta de Gobierno se marca sus objetivos, incluso diferenciándolos en cada legislatura. Y en cada momento se hace especial hincapié en algún aspecto, ya sea externo o interno. Pero sin perder un ápice de esa identidad.
En el momento actual que nos ha tocado vivir, momento de cambios y reformas, se hace aún más importante mantener la identidad de nuestros cultos y nuestras procesiones, siendo conscientes de quiénes somos y hasta dónde queremos (o podemos) llegar.
Es por ello que desde esta Junta de Gobierno os pedimos más que nunca trabajar juntos en ese camino, haciendo nuestros, con nuestra forma de ser y hacer, cada uno de los actos que realizamos y cada salida procesional, porque a cada uno se le ha dado no sólo un aspecto externo cuidado, sino un profundo sentido interno. Un por qué lo hacemos y lo sentimos así, tan nuestro.
La imagen del Yacente entrando por primera vez, desnudo, el primer día del triduo, en el interior de la iglesia, la oscuridad del templo de San Lorenzo durante el rezo de la XII estación del Ejercicio del Via Crucis del Viernes de Dolores, la imposición del sudario a Cristo Yacente tras la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor o ese recorrido, entre faroles alzados, de nuestro Titular por la penumbra de la clausura del convento... todos estos momentos forman parte de nuestra identidad, de nuestro crecimiento hacia la madurez como cofradía.
Habrá más reformas, habrá otras Juntas de Gobierno, seremos más o menos cofrades, pero siempre tendremos el mismo objetivo en el camino: mantener nuestra identidad. Y esto lo conseguiremos primero cuidando nuestro aspecto interno y externo como cofrades del Santo Entierro, de forma individual, para luego poder ponerlo en práctica en el conjunto de toda la Cofradía. Así una identidad de cofrade individual, surgida de unas bases comunes, se transforma en identidad de toda una Cofradía cuando se recorre el mismo camino junto a nuestro Señor Yacente.
Jesús González Expósito, Presidente
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