lunes, 26 de marzo de 2018

Cister, Santa Ana: Santo Entierro

Estos últimos años de la segunda década del siglo XXI nos traen la memoria de muchos hechos acontecidos hace 400 años, tendríamos razones para celebrar muchos de ellos. Entre otros, la fundación de Santa Ana en Málaga por la Comunidad de Santa Ana de Valladolid, y con ello recordar la difusión de la espiritualidad de la Recolección Cisterciense emprendida por la Comunidad de Santa Ana, aventura que en breves años hizo crecer lazos de fraternidad manifestados en intercambios artísticos y una destacada promoción de temas comunes, entre ellos el culto a Cristo Yacente como expresión de devoción eucarística. Un buen ejemplo es el lienzo del yacente eucarístico (hoy en el Museo Episcopal de Málaga) casi diríamos, copia del modelo vallisoletano que plasmó Mateo Cerezo y sus derivados en nuestra ciudad.

En el centro de Málaga, a la sombra de la “Manquita” permanece el monasterio cisterciense de Santa Ana, tras unos años de incertidumbre sobre su destino, la Cofradía del Santísimo Sepulcro, que venera al Santo Cristo Yacente, rinde culto a su imagen titular en la Iglesia y Coro en donde durante tantos años elevaron sus plegarias la Comunidad Cisterciense.

Es todo un signo de fraternidad espiritual que nos motiva a valorar la proyección que la Comunidad que nos acoge, ha tenido a lo largo de los siglos.

El yacente de Santa Ana de Málaga, tiene sus concomitancias con nuestro modelo, impronta presente en otros conventos cistercienses de la Recolección de San Joaquín y Santa Ana (Gregorio Fernández talló la imagen para el Convento del Sacramento) y la vinculación a la sensibilidad malagueña, manifestada en un canon algo menor que el natural, una expresión más contenida del dolor y la huella de la muerte, y una disposición del cuerpo menos inerte.

Os relato estos detalles porque me resultó muy grato poder comprobarlos y sentirme acogido por la Cofradía malagueña que manifestaron una gran alegría al conocer esta relación entre Valladolid y Málaga, el Císter y el Yacente. Podréis encontrarles todos los días del año en su sede (frente al teatro romano) y en la iglesia de Santa Ana, a la vuelta de la calle, preguntad por Manuel o José María, y seréis acogidos con afecto. Hay una fraternidad por descubrir entre quienes honramos a una misma imagen titular, y lo hemos sentido en otras partes.

Hasta aquí esta pequeña anécdota. Sirva para valorar lo que tenemos y el epicentro de nuestra espiritualidad como algo grande, tenemos la suerte de rendir culto a una imagen clave en la espiritualidad cisterciense. Si en otras ocasiones os he recordado las raíces bíblicas de nuestra imagen y de su significado en nuestro Credo, en este año, os animo a poner esa dosis de sano orgullo y compromiso que tiene saberse Cofrade del Santo Entierro en Valladolid, lugar de raíces y frutos.

El Santo Padre nos invita a pensar en qué se ha apagado en nosotros el fuego del amor. Si así es nos anima a “emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.”

Y concluye su mensaje: En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu», para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.

Que así arda nuestra luz en esta próxima Semana Santa.

Guillermo Camino, Consiliario

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