viernes, 22 de marzo de 2013

Meditaciones del Tríduo (I)


MEDITACIÓN PRIMERA: LA FE DE JOSÉ DE ARIMATEA

Su compromiso por Jesús.

Dice el evangelio que Llegada la noche se presentó un hombre rico, llamado José. Realmente rico, puesto que consiguió la hipóstasis plena del Señor. Sin duda era rico, porque recibió de Pilatos la doble sustancia de Cristo. Particularmente rico, porque fue considerado digno de llevarse, no una perla preciosa, sino que lo que se llevó fueron las arcas llenas de los tesoros de la divinidad.

¿Cómo podemos no considerarlo rico, si consiguió, en efecto, la vida y la salvación del mundo? ¿Cómo podríamos decir que José no es rico, habiendo recibido como un don al mismo Cristo, de quien todas la cosas reciben alimento y a todos alcanza su señorío? Llegada la noche; había entrado ya la noche cuando el sol de justicia llevó la muerte a los infiernos. Entonces, vino un hombre rico, llamado José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque oculto, por miedo a los judíos. Llegó también Nicodemos, el que había ido a ver a Jesús de noche (Jn 19, 58 s).

José es digno de alabanza por su audacia ante Pilatos y por su confianza, se presenta ante él, pidiendo el cuerpo de Jesús, ante él se comporta con gran prudencia, para conseguir lo que deseaba. Por este motivo no se comporta ante Pilatos con jactancia alguna, ni pronunciando un sublime discurso: no fuera que, enardecido por la ira, no atendiera a su petición.
Tampoco implora de esta manera: Entrégame el cuerpo de Jesús, que hace poco ha hecho que el sol se oscureciera, ha roto las piedras, ha provocado que la tierra se estremeciera, ha abierto los sepulcros, ha partido en dos el velo del templo. Nada de todo eso fue lo que dijo a Pilatos.


  ¿Qué fue, pues, lo que le dijo? Hizo una petición muy sencilla y de una gran pobreza: Oh juez, me acerco a ti para pedirte una gracia muy pequeña. Y, siendo así, entrégame, para que pueda sepultarlo, al que acaba de morir, el cuerpo del que ha sido condenado por ti, el cuerpo de Jesús de Nazaret, de Jesús, el pobre, de Jesús, que ni casa tenía, de Jesús, colgado, desnudo, despreciado, de Jesús, el hijo del carpintero, de Jesús, el vencido, el que vivía a cielo abierto, el huésped desconocido venido de otra tierra, despreciado y colgado por encima de todos. Entrégame a este peregrino ¿Qué utilidad tendrá para ti el cuerpo de este peregrino?

Entrégame a este Perugino, vino de una región muy lejana, para seguir siendo peregrino, bajó al lugar de las tinieblas para reducir al peregrino. Entrégame a este peregrino. Él y sólo Él, es peregrino. Entrégame a este peregrino, del cual nosotros, peregrinos, ignoramos el padre. Entrégame a este peregrino, que soportó la vida peregrina y ser vencido en un país extranjero. Entrégame a este peregrino de Nazaret del que los peregrinos ignoramos cómo fue engendrado y su género de vida. Entrégame a este peregrino voluntario, que no tenía aquí donde reclinar la cabeza. Entrégame a este huésped, el huésped que, al tener casa propia, recibió albergue y fue colocado en un pesebre. Entrégame a este peregrino que, aún en el mismo pesebre, ya huyó a causa de Herodes…

Concédeme, oh gobernador, poder sepultar al que ha muerto: él fue quien sepultó mis pecados en el Jordán. Te pido por favor, que me entregues al que ha muerto y a quien todos injuriaron, un amigo lo vendió, un discípulo le negó, sus hermanos le ultrajaron con insultos, fue abofeteado por un sirviente, es por este muerto por el que te suplico, por él que fue condenado por aquellos a los que él había liberado de la esclavitud; que fue herido por aquellos mismos a quienes él había devuelto la salud. Sus discípulos le dejaron solo, se vio privado de sus misma madre. Es por este muerto, oh gobernador, por quien te suplico, se encuentra colgado del madero porque no tiene casa. Nadie intercede por él, como haría un padre de esta tierra, un amigo, un discípulo, un pariente, un sepulturero. Verdaderamente sólo Él es el unigénito del único Dios. Es el Dios que ha venido a este mundo y no hay otro.
 
Guillermo Camino, Consiliario

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