lunes, 23 de febrero de 2015

A las llagas del Santo Cristo Yacente

En silencio que admira, te contemplo: Santo Cristo Yacente.
Recorro en la cercanía de tu cuerpo, las heridas de tu muerte,
y descubro en tu descanso, el valor del vencedor, aún dolido.

Sé que las marcas de tu Pasión, lo son aún más de Gloria,
Sé que en ellas no sólo está el recuerdo del dolor que venciste,
pues son tus llagas, la llave santa de la santa Puerta,
por la que participamos de tu Resurrección.

Yo os adoro, Llagas sagradas de Jesús, fuente inagotable de todos los bienes,
asilo constante abiertas al arrepentimiento de quien busca conversión.

Yo os amo, Llagas dolorosas por la que hemos sido redimidos y salvados.

Yo os bendigo, Llagas gloriosas que brilláis desde el cielo,
junto al Padre y sois causa de nuestra salud, encended en el fuego del Espíritu nuestro amor.

Oh Jesús, por los méritos de vuestras Santas Llagas, salvadnos. En estos tiempos arduos, tened piedad de nosotros. Dadnos hacer conocer a todos los hombres la manifestación de tanto amor que brotan de Cristo el Señor.

Que en ellas contemplemos por cuán grande amor hemos sido redimidos,
que nos ayuden a reconocer nuestra falta de amor.

Tus llagas, Santo Cristo Yacente, son trofeo de vencedor,
en ellas hallamos la fe para tener esperanza
en la construcción de la civilización del Amor.
Son faros que iluminan la Victoria de tu resurrección.

Cristo Jesús, al contemplar tu cuerpo tan herido,
descansando activo, aguardando la Resurrección,
te pedimos que se haga manifiesta tu Victoria sobre toda forma de muerte,
que el mal vencido en tu Anástasis, no sea acrecentado por nuestra debilidad.

Por tu Corazón y vuestras llagas adorables, oh Rey Jesús, triunfad en nuestra flaqueza, fortalecednos con vuestra ternura para ser fieles en la confesión y vivencia de la fe. Amén

(G.C.B. Cofradía del Santo Entierro 2015, Año teresiano)


San Bernardo le preguntó al Divino Salvador, cual fue su dolor en la Pasión más desconocido por los hombres. Jesús le respondió: Tenía una llaga profundísima en el hombro sobre el cual cargue mi pesada cruz; esa llaga era la mas dolorosa de todas. Los hombres no la conocen. Honrad pues esta llaga y haré todo lo que por ella pidas 

Oh amantísimo Jesús, Cordero mansísimo de Dios, yo, miserable pecador, saludo y venero la llaga sacratísima del hombro en que llevaste tu pesada cruz, que desgarró tu carne y descubrió tus huesos causándote un dolor mayor que el de cualquiera otra llaga de tu sacratísimo cuerpo. Yo te adoro, oh afligidísimo Jesús: te alabo, bendigo y glorifico, y te doy gracias por esta sacratísima y dolorosísima llaga, rogándote por su excesivo dolor y por el enorme peso de tu cruz, tengas misericordia de mí pecador, me perdones todos los pecados mortales y veniales, y me conduzcas al cielo por el camino de tu cruz. Así sea.

Dios mío, mi único bien y mi todo. Vos sois todo para mí, sea yo todo para vos.

ORACIÓN A LAS SANTAS LLAGAS DE CRISTO YACENTE

"Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle." Santa Teresa de Jesús, Vida, 9, 1

Al estar de rodillas ante Vuestra imagen sagrada, oh Salvador mío, mi conciencia me dice que yo he sido él que os ha clavado en la cruz, con estas mis manos. Me echo de rodillas, convencido de que aún puedo reparar las injurias con que os he inferido. Al menos os puedo compadecer, puedo daros gracias por todo lo que habéis hecho por mí. Perdonadme, Señor mío. Por eso con el corazón y con los labios digo:

A LA LLAGA DEL PIE IZQUIERDO

Santísima llaga del pie izquierdo de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir aquella pena dolorosa. Os doy gracias, oh Jesús de mi alma, porque habéis sufrido tan atroces dolores para detenerme en mi carrera al precipicio, desangrándoos a causa de las punzantes espinas de mis pecados. Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad para resarcir mis pecados, que detesto con sincera contrición.

A LA LLAGA DEL PIE DERECHO

Santísima llaga del pie derecho de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena. Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, por aquel amor que sufrió tan atroces dolores, derramando sangre por mis pasos perdidos. Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad, y le pido la gracia de llorar mis transgresiones y de perseverar en el camino del bien, cumpliendo fidelísimamente los mandamientos de Dios.

A LA LLAGA DE LA MANO IZQUIERDA

Santísima llaga de la mano izquierda de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena. Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, porque por vuestro amor me habéis librado de sufrir la flagelación y la eterna condenación, que he merecido a causa de mis pecados. Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad y le suplico me ayude a hacer buen uso de mis fuerzas y de mi vida, para producir frutos dignos de la gloria y vida eterna y así desarmar la justa ira de Dios.


A LA LLAGA DE LA MANO DERECHA

Santísima llaga de la mano derecha de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena. Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, por haberme abrumado de beneficios y gracias, y eso a pesar de mi obstinación en el pecado. Ofrezco al Eterno Padre la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad y le suplico me ayude para hacer todo para mayor honra y gloria de Dios.

A LA LLAGA DEL SACRATÍSIMO COSTADO

Santísima llaga del Sacratísimo costado de mi Jesús, os adoro. Me duele, Jesús de mi vida, ver como sufristeis tan gran injuria. Os doy gracias, oh buen Jesús, por el amor que me tenéis, al permitir que os abrieran el costado, con una lanzada y así derramar la última gota de sangre, para redimirme. Ofrezco al Eterno Padre esta afrenta y el amor de vuestra santísima Humanidad, para que mi alma pueda encontrar en vuestro Corazón traspasado un seguro refugio. Así sea.

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