miércoles, 1 de octubre de 2014

¡Buen curso pastoral! (Carta del Sr. Arzobispo)

"Al empezar el nuevo curso pastoral saludo a todos cordialmente. Después del descanso del verano comenzamos con decisión y esperanza las tareas que el Señor nos encomienda, porque el trabajo es abundante y continúa fiándose de nosotros. Acudimos gozosamente a la nueva cita del Señor: "Id a mi campo". "Aquí estamos, Señor, envíanos", respondemos nosotros."

Este año entra en vigor el “Directorio Diocesano de los Sacramentos de la Iniciación cristiana”, que fue aprobado hace algún tiempo y presentado en la diócesis. También comienza a ser utilizado, después de la debida aprobación el Catecismo de la Conferencia Episcopal Española “Testigos del Señor” que continúa hasta con las mismas palabras el ya conocido “Jesús es el Señor”. Inician entre nosotros su andadura Directorio y Catecismo en el nuevo curso otorgándole una característica catequética especial. Son dos instrumentos autorizados para la transmisión de la fe dentro de la comunión de la Iglesia. Han sido presentados a las comunidades cristianas no como interesantes novedades bibliográficas, sino como servicio a la fe de los cristianos y a la evangelización. No olvidemos que la catequesis es una de las acciones básicas de la Iglesia. No son simplemente escritos valiosos de personas singularmente capacitadas, sino acto de entrega eclesial, que nosotros dócilmente recibimos ya que no somos espontáneos sino enviados. En el envío de la Iglesia se actualiza la llamada del Señor y el encargo que nos hace a salir como apóstoles. No nos apoyamos en nuestra sabiduría sino en el nombre del Señor.

El Catecismo “Testigos del Señor” está llamado a continuar el proceso de la Iniciación cristiana con “Jesús es el Señor” hasta la confirmación. Los dos forman, por tanto, una unidad para la preparación básica de niños y adolescentes. Los cristianos en la Iglesia recibimos el Evangelio, compartimos la fe y deseamos transmitirla a las nuevas generaciones pasándoles el testigo. Por ello, en la Iniciación se trata de la formación básica, común, íntegra y necesaria; no de algo ornamental, peculiar, parcial y superfluo. Es conveniente, consiguientemente, que las expresiones y fórmulas sean compartidas por todos. Así se acrecienta el patrimonio de la Iglesia que se entrega y recibe de generación en generación. Profesamos la fe con las palabras de nuestros padres y oramos como han rezado quienes nos han precedido en la vida cristiana. Las preguntas y respuestas que contiene el Catecismo al final facilitan la formación de un mismo lenguaje; no despreciemos el ejercicio de la memoria, ya que la memorización inteligente potencia la actualización de los contenidos. Por otra parte, las ilustraciones del Catecismo ayudan a unir la verdad del Evangelio con la belleza que se refleja en la historia de la Iglesia. Las vías de la verdad, del amor y de la belleza discurren unidas en la tradición cristiana.

El Catecismo “Testigos del Señor” se estructura de manera original, a saber, siguiendo la celebración de la Vigilia pascual, e incluyendo en este esquema lo correspondiente a los artículos del Credo, a los Sacramentos, a los Mandamientos de la Ley de Dios propuestos con el espíritu del Sermón del monte y a la Oración. De esta manera se funden los cuatro pilares del Catecismo con la perspectiva básica de la Vigilia pascual. El Catecismo de la Iglesia Católica ordenó la totalidad de contenidos con las siguientes partes: La profesión de la fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana, que desde antiguo son los pilares de la iniciación y maduración de los cristianos.

Cinco partes tiene el Catecismo siguiendo la Vigilia pascual: Jesucristo es la Luz, la Palabra, la Verdad, la Vida y el Camino.

1) La Vigilia pascual empieza con el llamado lucernario, con una celebración de la luz, en que cantamos a Jesucristo como Luz del mundo, como luz que ilumina la oscuridad de la humanidad y las tinieblas del corazón. Jesús como luz viene a nuestro encuentro para mostrarnos el camino y para que no nos extraviemos. Unamos siempre la Luz que es Cristo con la luz existencial para asegurar nuestros pasos.

2) La segunda parte de la Vigilia pascual se dedica a proclamar la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, desde el comienzo del mundo que Dios creó por su Palabra que es Jesucristo. Es significativo que ante la asamblea se coloquen en proximidad el ambón, desde donde se proclama la Palabra de Dios, y el cirio encendido que simboliza a Jesucristo resucitado. Jesús resucitado es la clave para leer las Escrituras santas, como subraya reiteradamente la oración del sacerdote que sigue a cada salmo y a cada lectura. Todas las Escrituras hablan de Jesucristo (cf. Jn. 5, 39).

3) Hay un itinerario de la Palabra a los hombres que culmina en Jesucristo, plenitud y mediador de la Revelación de Dios. Jesús es el rostro vivo y personal de la Palabra de Dios. Es imagen del Dios invisible y la Verdad encarnada (cf. Jn. 1, 17-18; Col. 1, 15). Jesús es el centro de la fe cristiana, en quien se revela el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y se manifiesta el sentido del hombre.

4) La cuarta parte del Catecismo desarrolla que Jesús es la Vida, y que a través de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía celebrados en la Vigilia pascual recibimos la vida eterna, entramos en su reino, formamos parte de la asamblea de los santos. La radicación de “Testigos del Señor” en la Vigilia pascual nos enseña que la catequesis, además de instrucción en la Verdad, es también celebración litúrgica.

5) Finalmente, Jesús es el Camino. En la renovación de las promesas bautismales los cristianos renunciamos al pecado y nos adherimos a Jesucristo. El en persona, su predicación y signos, su forma de vivir y de morir, su resurrección y glorificación, son Camino para nosotros. Quien le sigue no camina en las tinieblas sino que tendrá la luz de la vida. La Vigilia pascual, que proporciona el esquema del Catecismo “Testigos del Señor”, nos introduce en un camino de esperanza, en la forma pascual de vivir, pasando diariamente de la muerte al pecado a la vida en Cristo, del egoísmo a la fraternidad, de la tristeza al gozo. Nos ayuda a unir la fe profesada con la fe celebrada, vivida y hecha oración.

A todos deseo un curso pastoral fecundo, que estará especialmente caracterizado por la atención a la catequesis, a la formación fundamental en la fe y a la personalización de lo que creemos y esperamos en medio de nuestro tiempo y de nuestro mundo.

Ricardo Blázquez
Arzobispo de Valladolid

(tomado de www.archivalladolid.org)

No hay comentarios:

Publicar un comentario