domingo, 10 de noviembre de 2013

Renovación de la fe

En la tarde de ayer sábado, una buena representación de cofrades realizamos la peregrinación  a la iglesia parroquial de San Andrés, donde celebramos la renovación de la fe, ante la imagen del Santo Cristo de la Fe. Nos acompañaron los hermanos de la Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo Despojado, Cristo Camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura, a quienes les agradecemos su amabilidad.

Tras la profesión de fe, los cofrades recitamos la preciosa oración preparada por nuestro consiliario, Guillermo Camino, que os dejamos a continuación para meditar e interiorizar en casa:

Confesión de Fe de la Cofradía del Santo Entierro

LA FE, RESPUESTA A LA MIRADA DEL SEÑOR

No dejes, nunca, de mirarme, Señor
porque, donde Tú miras, sé que se encuentra el pozo de la felicidad.
¿Qué tiene tu mirada, Señor?
¿Por qué, hundiéndose tus ojos en el suelo, no dejas de poseer tu corazón en el cielo?
No dejes, nunca, de mirarme, Señor
porque, de la manera en que Tú miras
uno se encuentra con la paz sin fisuras
con la sabiduría que viene del cielo
con la serenidad que necesita nuestra existencia.

¿Por qué me miras, así, Señor?
Me propones caminos de vida, y elijo los que conducen a la muerte
Me susurras palabras de aliento,
y me disipo en el ruido
Me acaricias con mano de amigo,
y mendigo aquellas que no me ofrecen nada.
Mírame, Señor, y no dejes nunca de mirarme.

Porque, el camino, cuando Tú marchas delante
es menos árido y menos complicado
Porque, la senda, cuando es iluminada
por tu presencia
se convierte en vida y esperanza,
ilusión y agradecimiento.

Mírame, Señor, y no dejes nunca de mirarme.
Para que mi corazón, junto al tuyo siempre,
se agite con movimiento ascendente, hacia el cielo
y en ritmo descendente, hacia la tierra.
¿Por qué me miras, así, Señor?
¿Qué tengo yo de noble para que tus ojos
se detengan en mí?
¿Qué has encontrado en mi vida
para que, por un solo instante,
sea yo merecedor de tanto amor y de tanta gracia?
No me importa, Señor;
Aquí tienes mi fragilidad y mi angustia
mis temores y mi cobardía
mi dureza y mis egoísmos
mis luchas y mis contradicciones
mis flaquezas y mis caídas.

Mírame, Señor, y no dejes nunca de mirarme.
Porque, cuando Tú miras,
sé que el futuro ya no será tan incierto
ni tan difícil soportarlo
Sé que el presente estará más lleno
de plenitud y de luz
Sé que el pasado, ya no contará
por los errores cometidos.
Mírame, Señor, y no dejes nunca de mirarme
Y, cuando me mires,
déjame, siquiera un segundo,
acercarme a tu corazón y,
luego, seguir adelante. Amén.










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