miércoles, 20 de marzo de 2013

Fe y amor que brotan de unas llagas

Como si se tratase de un legado querido, el Santo Padre, Benedicto XVI, nos ha regalado un precioso Mensaje para la Cuaresma de 2013, en donde retoma aspectos claves de su Magisterio al invitarnos a descubrir la interrelación entre la fe y la caridad. En la misma línea de la Carta Apostólica Porta fidei, el Papa profundiza la relación que existe entre creer en Dios, en el Dios de Jesucristo, y la caridad como entrega y servicio a Dios en los hermanos. 

Su lectura reposada supondrá una gran ayuda personal a favor de “una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo”, como nos dice el Santo Padre en su Carta Apostólica para el Año de la Fe, que luego ha de traducirse, en respuestas concretas a favor de la caridad. La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin la fe sería un sentimiento constantemente a mercede de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino” (n.14). 

A ello nos ha invitado nuestro Arzobispo al colaborar de un modo singular en esta Cuaresma con los proyectos de Cáritas Diocesana. 

El mensaje Cuaresmal del Papa se desarrolla en cuatro apartados escalonados, cuatro meditaciones, que nos conducen a través de sus palabras a su Carta Encíclica Deus caritas est a las íntimas relaciones existentes entre fe y caridad. Las palabras del Apóstol San Juan (cf. 1Jn 1, 16) son como el pórtico que marca el camino de la próxima Cuaresma: Conocer el amor que Dios nos tiene a cada uno para, como pueblo suyo, creer en Él y corresponder a ese amor mostrándoselo a los demás. 

Fe y caridad son manantiales hermanados que brotan de las llagas de Cristo, como aguay sangre brotadas de su corazón son expresión de su Espíritu entregado en lo alto de la Cruz. Tenemos la suerte de poder acercarnos al Santo Cristo Yacente desde una altura tan próxima en que su horizontalidad nos hace más cercanas las cinco llagas en un mismo plano, no es necesario descender o ascender, sino estar a la altura, a la altura de tanto amor. El Cristo llagado y humillado, postrado en coherencia, con lo que fue el abatimiento continuado de su vida, nos recuerda el Dios en quien creemos, ese Cristo que por nosotros se hizo amor entregado hasta la muerte, “que fue crucificado, muerto y sepultado”. 

En esta última constatación manifestada en el Credo quiero que sea el tema en que profundicemos en nuestro Triduo de este año. El Cristo yacente, es el mismo que murió por amor en la Cruz, que sepultado descendió a los infiernos por amor, que con amor venció a la muerte. En este Cristo amor creemos. A este Cristo amor profesamos nuestra adhesión, nuestra solidaridad compasiva. Ser devoto no es ser observador. La devoción mueve el corazón, no sólo la mirada. 

Que la fe y el amor que brotan de las sagradas llagas del Cristo yacente, mueva nuestro corazón a amar a lo “llagados” de la historia. Dichosos los misericordiosos.

Guillermo Camino
Consiliario

*Texto preparado para el boletín informativo de la Cofradía, en la Cuaresma de 2013

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