viernes, 1 de marzo de 2013

Debéis convertiros para vivir en plenitud

Abordamos esta tercera semana de Cuaresma con la urgencia que nos hace Jesús en este domingo: Debéis convertiros para vivir en plenitud. La conversión del corazón no es un mero cambio exterior, o de apariencias: es cambiar desde dentro. La conversión afecta no a los periféricos de nuestra vida, sino al sistema operativo. Todos tenemos mucho que cambiar para ser más como Él quiere que seamos. Para Jesús, el peor mal que no nos deja estar en comunión con Dios está en el corazón. Por eso hoy nos invita una vez más a la conversión. Nos ha insistido Benedicto XVI: convertirnos al amor.

No es sólo un “querer ser mejores”. Es abrir el corazón con sinceridad a Dios, que quiere transformarnos, como cuando una luz entra en un lugar oscuro y lo llena de claridad. Y ¿cómo hace Jesús para explicar qué es eso de “convertirse”? Jesús usa el ejemplo de una higuera que no daba fruto: “Dijo entonces al viñador… Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y la echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás”. Dios cuenta con nuestro pequeño granito de arena para transformar este mundo. Gracias a la conversión del corazón, podremos ser personas nuevas y dar frutos de santidad. Y porque Dios también sabe que somos como somos, siempre está abierto a darnos una nueva oportunidad. Es el Dios paciente y misericordioso en cuyas manos de Padre podemos poner nuestra vida con total confianza. Que esta sea nuestra actitud en la Cuaresma.

Guillermo Camino
Consiliario

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