domingo, 13 de abril de 2014

Tendiendo puentes, abrazos de misericordia.

Un abrazo fraterno. Van llegando las semanas, los días, las horas e instantes, de volver la mirada a quien tanto por nosotros ha hecho. En su imagen, que yace, cual Niño Inocente, encuentra fortaleza nuestra fe, se enciende nuestra caridad. En Él hemos puesto nuestra fortaleza, y en Él nuestra gloria.

Se acercan ya los días, y es tiempo de repasar el terciopelo y bruñir los dorados, de encender candelas y faroles y de mirar la cruz que nos congrega, y en sus brazos fraternos, todos nos sentimos acogidos.

Nos miramos, le miramos y tendemos puentes. Felicitamos al hermano mayor, el Yacente de “El Pardo”, está de cumple-siglos, son cuatro, (1614) y es uno de los más señeros del taller de Gregorio Fernández; inmóvil en el templo capuchino madrileño, no goza de la suerte de quien conoce estrellas abrileñas, amenazas de aguas (esperemos que este año no), cofradía de Santo Entierro, aunque es verdad de son miles los madrileños enorgullecidos de su presencia. (Valga con todo ello la posibilidad de una excursión hasta el Pardo para manifestarle nuestro aprecio, tallado en 1614 llegó a la capital en 1615). Un año repleto de recuerdos culturales. Toledo y El Greco, cuatro siglos de la muerte del Candiota que nos hacen valorar su originalidad y su legado. Cuatro siglos, lleva con nosotros el único Greco de la Diócesis, “El Salvador” de Las Descalzas, os invito a contemplar su mirada, un hermoso contrapunto a la mirada de nuestro Cristo.

Tendemos puentes también a quienes nos acompañarán en esta próxima Semana Santa. Os invito a sorprenderles. Son muchos los venidos de fuera, que nos acompañan en nuestros desfiles procesionales, para ellos, seamos testimonio. Tendemos puentes a los más próximos, a tantos necesitados de apoyo solidario y a tantos que van promoviendo una cultura de fraternidad y misericordia. Tendemos puentes a cuantos acogemos las palabras del Santo Padre Francisco, en su legado Cuaresmal nos invita: Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15)… A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.

Un último puente, a la sensibilidad de la plegaria, en estos versos al Cristo Yacente:

Casi en las manos sosteniendo el brío, 
desprendido y yacente el cuerpo santo
deshabitado está, ¡no alzad el llanto!
Ya tiene luz la rosa y gozo el río.
La muerte confirmó su señorío
sobre la carne del Señor y, en tanto,
si es sombra sana su mortal quebranto,
ya está el tiempo parado, Cristo mío;
Ya está el tiempo en el mar y está cumplida
la noche en la mirada redentora
que vio la luz mirando el firmamento.
¡Y volverá el pecado con la vida,
y clavada en la cruz está la Aurora
ya inútil al abrazo y leve al viento! 

Luis Rosales (Granada, 1910-1992) 


Guillermo Camino
Consiliario

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